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Angel Carretero Olmedo

DOLOR DE CABEZA

DOLOR DE CABEZA

 

Ya pasa de los 60. Todas las noches se despierta a las cuatro de la madrugada, con dolor de cabeza, y soñando con su marido muerto hace cuatro años. Cree que el difunto desea comunicarse con ella para reñirla por estar interesada en otro hombre. La duración total del fenómeno es de 40 minutos. Finalizado este ya no vuelve a dormir.

Recuerda perfectamente la hora, por ser esa a la que murió su esposo, y a pesar de sus problemas de tensión toma mucho café para mantenerse en vela y no pasar cada noche por el mismo trauma.

Los médicos la informan que la causa puede ser complejo de culpa por haber conocido a otro hombre; pero, no encuentran explicación para el fuerte dolor de cabeza. Después de unas pruebas le diagnostican una enfermedad de nombre “cefalea del despertador”.

Finalizado el tratamiento medico el dolor de cabeza ha desaparecido pero el resto del fenómeno sigue repitiéndose cada noche. ¿Pueden nuestros seres queridos ya difuntos comunicarse con nosotros para hacernos participes de sus quejas o consejos?

Hay muchas personas que lo creen; otras: no. Mi abuela comunicó a su hija pocos días después del fallecimiento de mi padre que mas o menos a la hora que ocurrió se dio cuenta de lo que estaba pasando, llegando incluso a ver a la muerte. 

Ella, que por veinte días pudo haber vivido en tres siglos y dos milenios, contaba a sus nietos que había visto a la muerte en dos ocasiones. La primera cuando murió su marido a los 44 años de edad. La segunda a la muerte de uno de sus hijos poco ante de hacer la primera comunión. Decía que la volvería a verla otra vez: cuando fuera su turno.

De ser correcta sus afirmaciones la vio tres veces; ignorando todos si cuando llegó su hora también se repitió el fenómeno. Nunca regresó para contarlo.

Permaneció viuda durante 68 años. Nos contaba que al principio lo lloró pero que nunca soñó con él.

Hoy en día existe dos tipos de “dolor de cabeza”: los que le duelen de tanto pensar como seguir especulando en la bolsa, que son los más; y, el dolor que padece esas personas que tienen el coco lleno de serrin y a pesar de tanto pensar y dolerles “la azotea” no encuentran solución para contrarestar a esos especuladores.

Estoy pensando proponer esto último como nueva definición de “politico”. Seguro que el tema sigue dando para más.

 

 

 

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